¿Quién no ha fantaseado alguna vez con dejar el trabajo, hacer las maletas y recorrer mundo? Una pareja argentina lo ha llevado a la práctica y lleva una década en la carretera, con cuatro retoños a cuestas. ¿Cómo se las arreglan?
Candelaria Chovet y Hermann Zapp se atrevieron a cambiar de vida hace once años. Desde entonces, este matrimonio argentino ha viajado por América, Oceanía y Asia, además de tener cuatro hijos por el camino. La pareja soñaba con descubrir el planeta.
Un sueño hecho realidad
Dicho y hecho: el 25 de enero del año 2000 dejaron Buenos Aires a bordo de su coche: un Graham-Paige de 1928. Se trata de una pieza de museo que sólo alcanza los 60 kilómetros por hora. El objetivo era llegar a Alaska, pero se engancharon por completo a la vida nómada.
Lugareños generosos
Desde entonces, este matrimonio no ha parado: solo les queda por explorar África y Europa. Ellos aseguran que su primer viaje lo emprendieron como turistas, pero que ahora se ha convertido en su modo de vida. ¿Lo que más les gusta? El cariño de la gente que se encuentran en su camino.
Hace ocho años, por ejemplo, tuvieron a su primer hijo (Pampa) en California. “Los lugareños se enteraron de nuestra historia y nos regalaron diez carritos de bebé”, cuenta Hermann al diario argentino El Confidencial. Pero no solo eso: se han encontrado con mecánicos que les han arreglado el coche gratis y siguen alojándoles en casa a pesar de tener ahora cuatro hijos. El más pequeño, Wallaby, nació hace dos años en Sydney.
Una educación singular
Candelaria y Hermann reconocen que no tienen claro cuándo terminará su viaje. Por el momento, todo son ventajas. Sus hijos, aseguran, están aprendiendo más que asistiendo a la escuela. “Gracias a este viaje quieren reciclar, se entristecen cuando vemos la desforestación de la selva o basura en las playas. Tampoco entienden la guerra porque ellos saben que la gente puede ser maravillosa”, cuenta su madre.
Pero, ¿cómo han conseguido financiarse el viaje durante más de una década? Además de una web, esta familia ha escrito un libro con sus vivencias titulado “Atrapa tu sueño”. Todo el dinero que recaudan lo invierten en su viaje interminable. Hasta el momento, la familia Zapp asegura que la situación más difícil la vivieron en el Amazonas, donde tuvieron que construir una balsa de troncos para recorrer el río.
Un sueño hecho realidad
Dicho y hecho: el 25 de enero del año 2000 dejaron Buenos Aires a bordo de su coche: un Graham-Paige de 1928. Se trata de una pieza de museo que sólo alcanza los 60 kilómetros por hora. El objetivo era llegar a Alaska, pero se engancharon por completo a la vida nómada.
Lugareños generosos
Desde entonces, este matrimonio no ha parado: solo les queda por explorar África y Europa. Ellos aseguran que su primer viaje lo emprendieron como turistas, pero que ahora se ha convertido en su modo de vida. ¿Lo que más les gusta? El cariño de la gente que se encuentran en su camino.
Hace ocho años, por ejemplo, tuvieron a su primer hijo (Pampa) en California. “Los lugareños se enteraron de nuestra historia y nos regalaron diez carritos de bebé”, cuenta Hermann al diario argentino El Confidencial. Pero no solo eso: se han encontrado con mecánicos que les han arreglado el coche gratis y siguen alojándoles en casa a pesar de tener ahora cuatro hijos. El más pequeño, Wallaby, nació hace dos años en Sydney.
Una educación singular
Candelaria y Hermann reconocen que no tienen claro cuándo terminará su viaje. Por el momento, todo son ventajas. Sus hijos, aseguran, están aprendiendo más que asistiendo a la escuela. “Gracias a este viaje quieren reciclar, se entristecen cuando vemos la desforestación de la selva o basura en las playas. Tampoco entienden la guerra porque ellos saben que la gente puede ser maravillosa”, cuenta su madre.
Pero, ¿cómo han conseguido financiarse el viaje durante más de una década? Además de una web, esta familia ha escrito un libro con sus vivencias titulado “Atrapa tu sueño”. Todo el dinero que recaudan lo invierten en su viaje interminable. Hasta el momento, la familia Zapp asegura que la situación más difícil la vivieron en el Amazonas, donde tuvieron que construir una balsa de troncos para recorrer el río.
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